martes, 11 de diciembre de 2012



Ya no queda nadie que nos lleve lejos. Cerca del mar, no importa si hay tormenta, no importa si hay olor a sal, si el agua se mueve, si llueve, si la arena se nos mete en los ojos. Nada importa si estamos cerca del mar.

Pero ya nadie nos va a llevar lejos, y no les importa que no podamos caminar, simplemente no nos llevarán.

Mientras tanto nada se mueve por aquí, no hay olas, y tampoco hay tormenta por mucho que la lleve dentro.
Ese nudo en la garganta que no me deja respirar y esta habitación se hace más pequeña por momentos. No hay música que me haga dejar de pensar en que ya no hay nadie que nos lleve lejos.

A veces aún queda algo de fuerza para apretar las cuerdas con fuerza y tocar con rabia. Y dejar que las notas me envuelvan una vez más, como si no hubiera un mañana y esto fuera lo último que fuera a escuchar. Y me hierve la sangre un poco más y se sincroniza con la música y la siento dentro de mí otra vez. Fluye. es como un hormigueo que me hace sentir de nuevo en el agua.

Cierro los ojos y no importa, son muchos años tocando como para no saber perfectamente donde está cada cuerda y donde vive cada sonido. Es tarde pero no importa, por muy bajito que suene, está ahí, donde nunca ha estado nadie antes. Me envuelve y me acaricia lentamente. Me da igual cuanto me duelan los dedos o cuantas veces nos manden callar, porque ya no está solo en el aire, hace vibrar cada parte de mi piel.

De repente un silencio. Y ella se escapa volando, en dirección al mar. Me deja sola y no va a llevarme lejos, pero se lleva con ella mis lágrimas, se lleva mi música, mis vibraciones y mi tormenta. Se van volando. 

Queda el vacío, pero me niego. Entonces vuelve a sonar en mi cabeza. Fuera vive el silencio, y con él la nada, pero dentro no. Dentro vive la música, y suena todo lo alto que quiere, es estruendosa y está cargada de electricidad. 

El mar está lejos, pero tranquilo, que pronto volveremos a vernos.

Ella se ha ido volando y no va a volver, nunca volverá a estar conmigo.