viernes, 21 de febrero de 2014





Ese trago que se esconde detrás de mi espalda.
Pesa, pero no puedo soltarlo, no cuando es lo único que me mantiene a flote. Desinfecta mis heridas, esas que nunca debieron volver a abrirse. Esas cicatrices que se resienten cuando hay tormenta y nos recuerdan tormentos que preferiríamos haber olvidado. Pero para olvidar ya tenemos ese trago.

El final de la noche al final de la barra, con el vaso todavía medio lleno y un montón de "tal vez mañana..." que conforme pasa la noche se caen de la banqueta y se quedan allí, al final del bar, en el suelo, olvidados. Empezar la noche con ganas y perderlas a medida que se derrite el hielo en el bourbon. Todos esos sueños que esperas tener cuando llegues a casa se convierten en pesadillas cuando el alcohol quema en la garganta. Todas esas ganas, todas esas ilusiones se pierden y joder, how I wish you where here...

http://www.youtube.com/watch?v=ZIMcARotXqw

La noche avanza y con ella las miradas que te desnudan desde el otro lado de la barra te quitan lo último que quedaba de dignidad. Porque dormir sola y borracha siempre es una mala combinación aunque no tanto como sola y sobria.

Pero termina siendo una noche más y deshacer la cama no  consigue que ese algo deje de tintinear ahí dentro, como si hubiera una pieza rota fuera de su sitio. Como si la botella se hubiera roto y hubiese un cristal flotando.

La próxima noche procuraré apretarme más el corsé, a ver si hay suerte. A ver si en algún momento deja de entrar el aire. A ver si en algún momento deja de entrar nadie más y me quede yo sola, sin espacio para la ausencia de nadie.
Solo yo y ese campo de batalla al que llamo cuerpo.