martes, 10 de noviembre de 2015




Ilusionarse. Una y otra vez. Y otra.
Y otra.


Y esperar junto al teléfono a que respondas de nuevo. No sé cuanto vas a a tardar, ni me imagino lo que estarás haciendo porque todavía no te conozco.
Llaman a la puerta mis viejas inseguridades y me preguntan si otra vez no soy suficiente. Cierro la puerta y me lamento porque no sea uno de esos días en los que está socialmente bien visto beber hasta la saciedad.


Me miro en el espejo y me digo: otra vez no. Y me pregunto cuanto tardarás en aburrirte de mi esta vez. O cuanto tardaré yo en descubrir que en realidad eres un imbécil. Otro más de esa lista que parece infinita.


Y me planteo porqué sigo buscando, ilusionándome. O porqué cada vez que me resigno a no buscar, y a ser la mala del cuento aparecéis. Cuando digo que quiero os escondéis y cada vez que no quiero, que renuncio, que estoy harta venís despacito y os quedáis a dormir. Y joder yo quiero que os vayáis que venga otro la noche siguiente y así por lo menos sobrevivo. Y te quedas y me abrazas más fuerte mientras me cago en la puta y no me sale defenderme.


https://www.youtube.com/watch?v=-w2m-TeLi6I


Y las montañas me llaman. Mi vieja cueva y el monstruo que vive en ella. Me dice que me ponga unos ligueros y que me apriete el corsé, que así era como se hacía. Se ilumina lentamente el camino al hueco de la barra más cercano y una voz en mi cabeza susurra "otra estrella".


"Ah, y uno de tequila!"


Que así empezaban mis noches. Llenas de hazañas. De arañazos en espaldas ajenas.