martes, 16 de abril de 2013

Rabia



Rabia... A veces sencillamente no puedo más.  Bajo la calma aparente y la media sonrisa se esconde el tornado. Y tú lo alimentas. Cada vez ruge más fuerte, y lo siento atronador, poderoso, fuerte. Fuerte, yo solía serlo...

Tu indiferencia me puede, pero lo que realmente me mata son tus mentiras, todas tus promesas incumplidas. Te odio. Y eso implica que me importas, pero ya no de la misma manera. No dejas de alimentar mi ira. Ella comienza a abrirse paso en mis entrañas. Va rompiendo cada pedacito de piel que todavía permanecía intacto, a salvo de tus caricias. Me deshago lentamente por dentro mientras fuera reina la calma. Me rompo y allí donde algún día cicatrizará nunca lo volveré a sentir. Nunca. Suena complicado pero es cierto.

Siento la tormenta, los rayos comienzan a doler, uno tras otro. El viento sigue rugiendo y el tornado se hace más fuerte más grande. Espero poder contenerlo porque si sale es capaz de arrasarlo todo. Pero me fallan las fuerzas, yo si fuera tú huiría, tal y como prometiste no hacer, pero haces.

Espero que algún día uno de mis rayos impacte en eso que dices ser y se caiga todo tu miedo al suelo y quedes desnudo, sin tu escudo, sin nada, sin nadie. Y sabrás que el miedo que te ciega no es tu escudo, es tu enemigo.

No amaina, no hay lluvia. Solo los truenos gritan desesperados que ya basta mientras el tornado me desborda. Entonces el ruído es demasiado y el monstruo despierta.

No digas que no advertí. No digas que lo sientes. No me culpes por ello. Soplaste demasiado fuerte y derribaste mi casa, pero tranquilo los monstruos solo necesitamos una cueva, y se que algún día la encontraré y ojalá sea lejos.

Mientras afilo mis dientes y prometo morder a todo aquel que pretenda acercarse demasiado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario